Pasión por la psicología
Viernes, Octubre 13, 2017
Gustavo estaba en 2° año de la secundaria cuando su abuela le acercó una revista en la que encontró un artículo escrito por Sigmund Freud. “Mi primer contacto con la psicología fue con el psicoanálisis pero creo que todas las corrientes sirven, depende del tipo de paciente. Algunos se sienten más cómodos con terapias sistémicas o con la Gestalt, son diferentes miradas pero el éxito de la terapia va a depender siempre del vínculo entre el psicólogo y el paciente, de si hay o no transferencia”, aseguró Gustavo.
¿Por qué ir a ver a un psicólogo? Aún hoy persiste el mito de la locura para explicar la necesidad de consultar a un psicólogo, pero afortunadamente, para Gustavo Zárate ese sentido está cambiando: “De a poco esa visión está desapareciendo. Nadie va porque se sienta enfermo, de hecho no me gusta hablar de enfermedad porque en realidad se trata de diferentes padecimientos que puede tener una persona. El neurótico obsesivo no va a dejar de serlo nunca si primero no encuentra la causa que lo hace ser así, y eso si para esa persona su comportamiento implica un impedimento para llevar adelante su vida cotidiana, porque si no lo vive como un problema, no lo es.
De acuerdo con Gustavo, “un psicólogo te permite buscar respuestas que ya están en vos pero que necesitan un poco de lucidez (lo que llamamos el impacto de la lucidez sobre las cosas que te pasan), esa otra mirada que vas incorporando mediante la terapia, y que en ciertas circunstancias de la vida puede ser necesaria”. Aunque aseguro que no todo el mundo necesita un psicólogo: “Lacan decía que si la persona siente que no lo necesita, es porque es así.”
Gustavo Zárate atiende a pacientes adultos en el Hospital, mientras que Natalia Fernández se encarga de los más pequeños. “Elegí esta profesión porque tiene que ver con la interpelación del otro, con una relación de persona a persona, y al ver cómo ayudaba a los niños la terapia y que los cambios se daban de forma tan rápida (porque las terapias con los chicos no son los procesos de un adulto) me daba cuenta de lo permeables que son. Admiro el modo en que ven el mundo, cómo lo viven y el lenguaje que utilizan porque ellos no tienen los tabúes que tenemos los adultos, al tiempo te preguntás quién cambia a quien en ese vínculo que se genera con el paciente, es algo maravilloso”, expresó Natalia.